sábado, 30 de enero de 2010

comunicado publico

Trabajadores y pueblo de Chile
A los marginados y verdaderamente excluidos

Con el resultado de la segunda vuelta y el retorno de la vieja derecha a La Moneda, se cierra una etapa de la vida política nacional. El fin del ciclo de gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia marca el inicio de una nueva fase en la crisis general del país, amortiguada durante 20 años de cogobierno entre la vieja y nueva derecha.
Las causas del relevo en el mando de la nación, expresado en la derrota electoral de la derecha concertacionista, son responsabilidad absoluta del bloque de gobierno, que ha permanecido durante las últimas dos décadas al frente de la conducción del país tras la salida del dictador. A esas causas se sumó la deserción cómplice de la dirección del viejo partido comunista, sustentada en una parte de sus militantes divorciados de la matriz filosófica y moral construida por los fundadores del pensamiento y acción comunistas.
La Concertación negoció y pactó en secreto con el militarismo –uniformado y civil-, en las ocultas negociaciones propiciadas por los EE.UU. a mediado de los años 80, los acuerdos que culminaron con la salida pacífica de Pinochet desde La Moneda y el arribo de la nueva casta a la administración de la versión neoliberal del viejo sistema capitalista.
Fue la fórmula para contener la creciente rebeldía popular, que amenazaba con desbordar el marco impuesto a sangre y fuego por la dictadura y alcanzar un tipo de democracia superior, dominada por la participación de las fuerzas populares.
A partir de entonces, la Concertación traicionó y ocultó su propio programa, con el cual conquistó el enorme apoyo que la llevó a derrotar en las urnas a la dictadura. Desconoció sus compromisos con la ciudadanía, de terminar con el decreto ley de amnistía (auto amnistía) de 1978 e instauró el concepto de “justicia en la medida de lo posible”. No revisó las múltiples privatizaciones de empresas públicas realizadas por el régimen de facto, ni anuló las efectuadas en los últimos días de aquel, como consignaba su programa. Tardó más de una década en poner fin al rol tutelar del Consejo de Seguridad Nacional (CONSUSENA), dominado por las Fuerzas Armadas. Nunca se la jugó por terminar con la ley Reservada del Cobre, que entrega el 10% de las ventas del mineral a las instituciones de la Defensa Nacional, nunca realizó esfuerzos serios para terminar con el sistema electoral binominal y nunca intentó terminar con la Constitución de 1980 fraguada por la dictadura, la cual después de levísimas modificaciones, cuenta con la firma del ex presidente Ricardo Lagos, junto a la del dictador.
Pero además, el gobierno de Eduardo Frei R-T sepultó la investigación del millonario fraude conocido como los Pinocheques, que involucraba al dictador y su familia y luego –en misión finalizada por Ricardo Lagos-, rescató al tirano de manos de la justicia internacional que se disponía a procesarlo por crímenes de lesa humanidad, ante la esterilidad de los tribunales chilenos.
La Concertación, tras llegar al gobierno, se desvinculó de la movilización popular que la llevó a superar a la dictadura en la contienda política. Hizo creer que ya no era necesario continuar luchando para instaurar una democracia avanzada, que con ellos en el Ejecutivo estaba asegurada la construcción de un orden justo en todos los planos. Aplicó desde entonces un conjunto de medidas que generaban el efecto de avance político y social, en materias de salud, actividad cultural, Derechos Humanos, ámbito este último, en que existen unos 300 procesados por miles de crímenes cometidos -una ínfima porción de los autores y cómplices-, pero no han sido llevados ante la justicia los autores intelectuales, varios de los que hoy ocupan altos puestos en el Parlamento y se aprestan a ingresar a La Moneda, ni muchos de los autores materiales, cómplices y encubridores.
En el campo económico, donde luce sus mejores resultados, la Concertación privatizó más empresas públicas que la propia dictadura; entregó al capital transnacional el 70% del cobre y firmó un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos que deja el país atado de pies y manos frente a la maquinaria económica y financiera del imperio, lo que sólo se podría anular mediante la transformación de la Constitución.
Para los trabajadores se siguió aplicando en esencia el mismo Código Laboral urdido por el régimen dictatorial en beneficio de los grandes empresarios y grupos económicos, mentores de éste. Propició una creciente flexibilidad laboral, generando condiciones de inestabilidad y mala calidad en los empleos, como también un seguro de desempleo vergonzoso, bajo la justificación de que era preferible eso a no contar con nada. El movimiento sindical fue atomizado por las prácticas claudicantes de la CUT, transformada en departamento de gobierno para frenar el descontento creciente de los trabajadores, un verdadero amortiguador de la conflictividad surgida de los asalariados. Durante estos 20 años de gobiernos concertacionistas, la mayoría de los trabajadores no tiene derecho a negociación colectiva, derecho a huelga ni derecho a organizar sindicato.
La Concertación instauró una política de criminalización de la protesta social, que tiene su máxima expresión en la militarización del territorio mapuche, en la represión a los estudiantes secundarios y trabajadores subcontratados, así como en el sofocamiento violento de cada manifestación contra los abusos, exigencia de derechos consagrados incluso por Naciones Unidas o de luchas reivindicativas. Estas prácticas iniciadas desde el 11 de marzo de 1990 han causado la muerte de 50 personas a manos de integrantes de la fuerza pública y mantienen en prisión a otras 49, principalmente comuneros mapuches o ciudadanos ligados a esa causa.
La Concertación comenzó su alejamiento del pueblo desde el primer día de sus 20 años de gobierno. Trató de “reencantarlo” con medidas populistas y lo consiguió parcialmente en algunos momentos. Pero el que la derecha le haya arrebatado el gobierno, solamente con el 29% de los votos correspondientes a todos los chilenos en edad de sufragar, y que el candidato oficialista alcanzara el 27%, refleja una realidad más compleja y grave todavía. Existe un 44% de ciudadanos en edad de votar, compuesto por no inscritos, por quienes se abstienen y quienes votaron nulo o en blanco, como muestra de repudio o indiferencia, pero que en cualquier caso resta legitimidad a la elección de las autoridades del país.
Frente a la nueva etapa que se abre en la vida nacional, los Consejos de Comités Comunistas estamos llamados a perseverar en nuestros esfuerzos por construir, junto a todas las fuerzas revolucionarias y auténticamente progresistas, un verdadero proyecto alternativo para nuestro pueblo. No habrá democracia en Chile en tanto perdure la institucionalidad heredada de la dictadura y el sistema económico capitalista al que protege.
Para los comunistas de los consejos, el presente exige continuar organizándose y organizando al pueblo. Continuar estudiando y hacer conciencia entre los trabajadores sobre su enorme poder transformador.
Los comunistas, organizados en comités y consejos, nos rebelamos hace algunos años frente a la conducta obsecuente con los gobiernos de la Concertación sostenida por la dirección del viejo partido comunista, entregado hoy por completo al conglomerado oficialista que se desmorona.
Nos organizamos como oposición franca a la Concertación –la nueva derecha- y hoy asumimos esta nueva situación como la continuación de nuestra lucha en condiciones de recambio en el gobierno de turno conquistado por la derecha vieja. Este retroceso es consecuencia de lo pactado a mediado de los años 80 entre la Concertación naciente y el militarismo, como también de la complicidad de la cúpula de la vieja organización de los comunistas chilenos.
Para los Consejos Comunistas el mayor y principal deber radica en impulsar la rebelión de los trabajadores y todo el pueblo, para terminar definitivamente con la institucionalidad dictatorial todavía imperante. Es prioritario emprender en el marco de la más amplia unidad, la lucha por establecer un salario mínimo de $ 350.000, la derogación del artículo 161 del Código del Trabajo (despido por necesidad de la empresa), instaurar el pleno derecho a sindicalizarse, negociar colectivamente y ejercer la huelga cuando resulte necesario; defender la Educación Pública y convocar una Asamblea Constituyente Popular que elabore una nueva Carta Fundamental para nuestro país.
Durante la campaña presidencial, la Concertación fomentó el miedo al advenimiento de un gobierno de derecha. Los comunistas de los consejos, invocamos la indignación de los trabajadores y el pueblo contra el inaceptable juego político de los poderosos. Llamamos a convertir la indignación en rabia, conciencia, organización y lucha.

Con la Razón y la Fuerza, Venceremos

Consejo Nacional de Comités Comunistas

Enero 20 de 2010

lunes, 18 de enero de 2010

EL TRIUNFO DE LA ALIANZA POR CHILE ES SÓLO UN CAMBIO DEL ROSTRO DE LA DESIGUALDAD Y LA INJUSTICIA SOCIAL 1. El candidato de la vieja derecha, Sebastián Piñera, ganó las elecciones presidenciales 2009 con menos del 30 % de los votos de los chilenos habilitados para sufragar. Alrededor de 3 millones 500 mil personas marcaron la preferencia por Piñera, no superando la votación habitual de la derecha tradicional desde el inició de los gobiernos civiles en 1990. Por su parte, el candidato de la nueva derecha, el democratacristiano, Eduardo Frei, obtuvo alrededor de 150 mil votos menos. La suma de votos nulos y blancos, abtenciones y personas en edad de votar, pero no inscritos en los registros electorales, son más del 40 % 2. Desde fines de los 80, en las postrimerías de la dictadura militar, los partidos políticos que luego formarían la Concertación, y la dictadura, a espaldas de las grandes mayorías nacionales, pactaron un acuerdo de gobernabilidad que, estratégicamente, cautelara y cautela en la actualidad el sistema de explotación y despojo capitalista fundado durante el régimen de Pinochet. Las características esenciales del modo de explotación antipopular iniciado en la década de los 70 y mantenido hasta hoy, se fundan sobre la privatización extrema; el término de los derechos sociales conquistados –educación y salud públicas, vivienda, seguridad social-; la ampliación y precarización del empleo; la flexibilidad laboral; el despojo de los recursos naturales; la concentración de la riqueza en un puñado de corporaciones mundiales asociadas a los capitalistas criollos; la consolidación del modo primario exportador de recursos básicos no renovables, renunciando a la industria propia y al desarrollo y la soberanía nacional; y una forma de representación democrática estrictamente formal, funcional, no participativa, tutelada y antisocial. Lo anterior, coronado por los ajustes estructurales y la superdependencia de Chile a las enonomías capitalistas centrales y sus instituciones tutelares, como el el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. 3. Tanto la vieja derecha, como la derecha nueva resumida en la Concertación, buscan la gobernabilidad de un sistema estructuralmente antipopular y que sólo favorece a una minoría privilegiada. Por eso, la alternancia en el Ejecutivo es sólo una fórmula consensuada que ofrece continuidad al mismo sistema explotador y opresor, y también la necesaria apariencia de “cambio” ante el agotamiento de la coalición en el Ejecutivo. Con Piñera a la cabeza del Ejecutivo y con relaciones proporcionales en el parlamento entre las dos derechas, no habrá ningún cambio en beneficio del pueblo. Es más, el único cambio posible a favor de los intereses de las mayorías será obra de los propios trabajadores y los pueblos. 4. Ante los resultados de la elección presidencial 2009 en Chile, las fuerzas anticapitalistas tienen el desafío histórico de convertirse, al fragor de las luchas reales y la reorganización popular, en la alternativa política de las grandes mayorías. Una alternativa política independiente respecto de los intereses de las clases en el poder y sus expresiones políticas. Desde ya, el Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores se impone la tarea histórica de convertirse desde y con el pueblo y sus organizaciones en la alternativa política en relación a los poderosos, y en la verdadera y consecuente oposición política de las dos derechas. 5. Es altamentamente probable que con el gobierno de Piñera se sinceren las posiciones de subordinación real y formal de la clase que manda en Chile en relación a la estrategia ofensiva del Pentágono para América Latina, y su articulación explícita-y ya no solapada- al eje imperialista formado por México, Honduras, Haití, Panamá, Colombia y Perú. Al respecto, el MPT renueva su compromiso internacionalista y antiimperialista. 6. La independencia política de los intereses de los trabajadores y los pueblos que el MPT se propone cautelar se expresa de manera autónoma de cualquier componenda política proveniente de los partidos de la Concertación, de su ampliación hacia la dirección de la izquierda tradicional; fórmulas políticas promovidas al estilo MEO, y naturalmente, de la denominada Alianza por Chile, o derecha ahora en el Ejecutivo. El MPT, creciendo con el pueblo profundo y en lucha, junto a las fuerzas sociales y políticas que enfrentan al capital con el objetivo estratégico de su superación en un Chile socialista y gobernado por los trabajadores y las mayorías oprimidas, no colaborará con la alianza de gobernabilidad de la minoría en el poder, sea cual sea su sabor.. 7. Una sociedad de iguales y libres, donde desaparezca la explotación y las inequidades, sólo puede realizarse a través de la más amplia unidad de los trabajadores y los pueblos, el protagonismo popular, y la lucha permanente y en todos los escenarios de disputa de la hegemonía de los pocos que mandan. 8. Ante los falsos cambios que pretende ofrecer el piñerismo y la simulada oposición de los partidos de la Concertación (o el nombre que adquieran sus futuras componendas), que sólo ocultan un acuerdo de sangre contra los explotados y oprimidos, el MPT únicamente confía en las fuerzas de los trabajadores y las mayorías nacionales que luchan y se organizan para decidir soberanamente sobre su propio destino y felicidad. ¡Unidad, organización y lucha!MOVIMIENTO DE LOS PUEBLOS Y LOS TRABAJADORES – MPT CHILE

lunes, 4 de enero de 2010